El exilio del alma comienza cuando las garantías del amor están rotas, cuando las huidas no son venturosas, cuando creí que era y ya ni siquiera respondo al sonido de mi corazón que azotado de incredulidad, cree, en el vacío de cada átomo, en el reflotar sobre el viento de lágrimas incontenidas, en alargar más la vida por si acaso algo se detiene frente a mí para contarme, que todo había sido un sueño, que nada existe más que lo que cada uno cree ver y a veces las turbulencias son tantas que el aire se torna marrón es ahí, donde la nada aparece y la soledad del infinito puede ser tan cruel, como aquella idea que había satisfecho al paladar del alma subiendo a cada nube, trepando a cada estrella permitiéndose formar parte del universo. María Verónica García
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